viernes, 17 de octubre de 2008

dias gatunos






































Hace tiempo que tengo días gatunos.
Y decidí adoptar uno.
Pero la operación gato salió rana, y el gato adoptivo resultó ser un animalito arisco y antisocial, que, después de casi lanzarse al vacío des del tejadillo del balcón, se ha adueñado de un armario y no hay comida, bebida o chantaje capaz de hacerle salir de allí. Ya lleva en el placar 3 dias y no nos atrevemos a intentar sacarlo, porque ya es grandecito e igual le da por cosernos a arañazos. Es lo más probable vaya.
Debido a su carácter atormentado decidimos bautizarle con el nombre de Fausto, pero quizás le hubiera quedado mejor Mefisto.
No es que sea un ser diabólico el pobre bicho, pero su actitud no es para nada la adorable y cariñosa de la mayoria de gatos del jardín botánico que tan a menudo me gusta visitar.
En el hogar de adopción nos han recomendado flores de Bach. Lo que faltaba, terapias alternativas para el gato. Si eso le llevamos al psicólogo.
Bueno, en fin, paciencia. Le daremos todo el tiempo del mundo para que se adapte, al menos en el armario no molesta, haremos ver que le ignoramos hasta que decida llamar la atención! Almenos no negaréis que es bonito.

Y ya que el gato no se deja acariciar y maúlla amenazante cada vez que intentamos acercarnos a él, pues no me queda más remedio que seguir frecuentando el jardín botánico y sus mimosos habitantes, aunque un cartel en la entrada recomienda no tocarlos, es difícil resistirse a la tentación.


























































































































cementerio de recoleta

Este es el lugar de reposo de personalidades como Evita Perón, o miembros de la más alta aristocracia porteña. Un laberinto de pasillos entre mausoleos y capillas con ángeles de expresión triste y tumbas rubricadas con cúpulas de inspiración gótica o neoclásica.
Cada mausoleo familiar tiene su capillita donde rezar para su descanso eterno y las criptas siguen abiertas algunas, o con los cristales rotos fruto del paso del tiempo y el descuido, por donde entran y salen los gatos a su antojo y por donde se ven los ataúdes cubiertos de telarañas y moho.



























Avalanchas de turistas lo visitan cada dia, aunque entre los numerosos pasillitos se puede uno sentar y encontrar un poco de tranquilidad.
En este lugar se puede ver como algunas personas persiguen la ostentosidad hasta sus últimos dias, incluso más aún en ese momento. Me pregunto porqué damos tanta importancia a la muerte, no es un trámito más de la vida
No se puede negar, sin embargo, la singular belleza del lugar.
















































jueves, 16 de octubre de 2008

mejor en compañia

Después de casi 2 años...
Dinamarca, España, Buenos Aires.
Y en 2 meses Brasil.
Una buena amistad no entiende de fronteras.































































jueves, 9 de octubre de 2008

La Boca


Tango, fútbol y latas de pintura. Se podría resumir así el barrio de la Boca, pero realmente sus paredes de colores tienen mucho que contar.De cuando los immigrantes, mayoritariamente italianos y mayoritariamente marineros, llegaron a través del río hasta allí.
Ellos construyeron las casitas improvisadas de madera y chapa acanalada y las pintaron de colores vivos con los barnices marinos que empezaron a traficarse entonces. Como todo lo pintoresco, bello y original, el barrio acabó convirtiéndose en una atracción turística y eso le ha robado parte de su encanto ... en fin, ya se sabe que esto pasa.
El colectivo nos dejó delante del histórico estadio del Boca Juniors, donde jugó Maradona. Los turistas gringos compraban como locos camisetas y otro merchandising del equipo mientras sus esposas se sacaban fotos con una llama o con un apuesto bailarín de tango. El hermoso y soleado día que hizo el sábado dio aun más colorido a las casitas de chapa, con sus carteles fileteados, pero provocaba a su vez que el Riachuelo terriblemente apestoso del barrio soltara más vapores, inundando las calles con su hedor. Cuando nuestra nariz se acostumbró al olor, nos comimos un choripán acompañado de cerveza en un kioskito de la zona. Y así pasó la tarde de sábado, hasta que tomamos de nuevo el colectivo, rumbo a otro lugar donde todavía diera el sol.