miércoles, 24 de septiembre de 2008
Aires de cambio
Aquí estoy, habituándome al ritmo de la gran ciudad que me rodea, adaptándome a los cambios cambiando yo también.
La calle Venezuela no es muy bonita, y por la noche acostumbra a haber mucha basura tirada por el suelo. Probablemente es porque los cartoneros andan regirando los contenedores buscando útiles para sus hogares en las villas. A veces les ves tirando de carros gigantescos llenos de cartones y otros residuos...
En la esquina con Combate de los pozos hay una lavandería, donde por 9 pesos me lavan, secan y planchan toda la ropa. En la esquina con Entre Rios hay un supermercado que vayas a la hora que vayas no tendrás más remedio que hacer colas interminables. Al lado del supermercado, en la acera, vive una señora con su hijito. Siempre está allí, con sus mantas y sus pocas pertenencias, esperando el cambio de algun cliente del supermercado. Con la escasez que hay de monedas es difícil encontrar una para ella.
He encontrado buenos amigos en Buenos Aires.
Casa nueva, una nueva mirada. Aunque la mayor parte de mi sigue en Tarragona, voy haciéndome un lugar en Buenos Aires.
Gracias a aquellos que me abrieron sus puertas aquí, hacerme un hueco no fue tan complicado.
Y aquí me tienen, en mi pieza con vistas al congreso y ventana al sol de primavera.
Empiezan las clases y los examenes. Todo sigue su curso, rápido en una gran ciudad pero lento al comparar con el huso horario al otro lado. Vivimos 5 horas antes.
La pintoresca línea A del subte, con vagones originales de 1913 me pareció oír, de madera por dentro, me lleva a la universidad de la calle Paraguay dos veces por semana.
El resto, lo paso perdida por las calles o por mi barrio, orientándome guia T en mano. Entre Ríos, Corrientes, Callao, Combate de los Pozos. Voy familiarizándome con los nombres de las calles de la zona aunque sigo sin entender las rutas de los colectivos y la numeración de algunas calles.
No me costó tanto encontrar piso como encontrar la manera de orientarme.
Que le vamos a hacer.
Estas són, pues, las vistas de mi barrio.
Mi apartamento, en un bello edificio antiguo en la calle venezuela 1870, se encuentra a 4 cuadtas del congreso de la nación.
En mi comunidad hay algun vecino que toca el trombón o algun instrumento de viento, o más bien lo intenta ya que solo le salen bocinazos. Un perro que vive también en la comunidad le acompaña con aullidos cada vez que se le ocurre tocar, tendrá sensibilidad musical el pobre animal, y le dolerán las orejas cuando le oye. Estoy mirando de apuntarme a una escuela de musica, ya que disfruto de bastante tiempo libre, y así romperle los huevos al perro yo también, y al resto del vecindario.
Me he dado cuenta que en el edificio hay mucha vida, ayer me deleitó alguien tocando el piano maravillosamente. No se si seria el mismo que toca el trombón, si fuera así no dudaría en recomendarle que se decante más por el teclado.
La calle Venezuela no es muy bonita, y por la noche acostumbra a haber mucha basura tirada por el suelo. Probablemente es porque los cartoneros andan regirando los contenedores buscando útiles para sus hogares en las villas. A veces les ves tirando de carros gigantescos llenos de cartones y otros residuos...
En la esquina con Combate de los pozos hay una lavandería, donde por 9 pesos me lavan, secan y planchan toda la ropa. En la esquina con Entre Rios hay un supermercado que vayas a la hora que vayas no tendrás más remedio que hacer colas interminables. Al lado del supermercado, en la acera, vive una señora con su hijito. Siempre está allí, con sus mantas y sus pocas pertenencias, esperando el cambio de algun cliente del supermercado. Con la escasez que hay de monedas es difícil encontrar una para ella.
Duele verla así, con este frío, dandole la teta al niño. Pero duele más empezar a acostumbrarse a verlo, y acabar por no sentir nada.
He encontrado buenos amigos en Buenos Aires.
Luciana, Emi y Majo, Patricia... Al menos alguien que me da un respiro, un traguito de mate, una sonrisa, en la ajetreada vida de la gran urbe.
Ellos y mi compañera de piso cierran de momento mi pequeño pero ambicioso círculo social, en expansión diaria.
Si os apetece dejar un comentario acedlo! no es tan difícil. Basta con darle a COMENTARIOS, escribir y publicar como blogger si es el caso, como anónimo o escribiendo vuestro nombre. Recibo correos felicitándome por el blog y los escritos, pero luego nadie se atreve a comentar... es que...
jueves, 18 de septiembre de 2008
fiesta de la luna llena
El calendario lunar marcaba luna llena para el 15 de septiembre. Llegaron a mis oidos rumores de un "ritual" para celebrar la plenitud de la luna cerca del planetario de Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, y no estaba dispuesta a perdérmelo, aunque fuera solo para recordar las hermosas y mágicas noches de verano bajo la luna de Tarragona.
Un teleobjetivo de 200 mm y una exposición múltiple me permitió esta imagen de la de cara brillante.
La fiesta de la luna llena se celebraba detrás del planetario, en un bello parque al centro de la ciudad. El edificio parecía el Ovni de la película ET, aparcado junto a un lago artificial, y reflejándose en sus aguas para que los patos y cisnes pudiesen seguir su contorno y el de las luces de la ciudad.
Un grupo de rastas y demás fauna de la ciudad se reunieron alrededor de una hoguera con unos timbales y empezó una batucada a la que se fueron uniendo más y más instrumentos, a cual más extraño y único.
Las calles a esa hora, y aun estando en el centro, estaban desiertas y la noche era fría, pero el calor del fuego y de los timbales aliviaban las manos y el corazón de los allí presentes.
De vez en cuando, atravesaba el cielo algún avión que salia del aeroparque de detrás de los jardines del planetario, y el silbido y traqueteo del tren que pasaba también por ahí se unia al son de los tambores.
La luna iba subiendo cada vez más hasta que se situó encima de nuestras cabezas.
Hora de llegada de muchos y de partida de algunos, como yo, que empezaba clases justo el día después. Hasta la próxima luna llena lobos de Buenos Aires.
Un teleobjetivo de 200 mm y una exposición múltiple me permitió esta imagen de la de cara brillante.
La fiesta de la luna llena se celebraba detrás del planetario, en un bello parque al centro de la ciudad. El edificio parecía el Ovni de la película ET, aparcado junto a un lago artificial, y reflejándose en sus aguas para que los patos y cisnes pudiesen seguir su contorno y el de las luces de la ciudad.
Un grupo de rastas y demás fauna de la ciudad se reunieron alrededor de una hoguera con unos timbales y empezó una batucada a la que se fueron uniendo más y más instrumentos, a cual más extraño y único.
Las calles a esa hora, y aun estando en el centro, estaban desiertas y la noche era fría, pero el calor del fuego y de los timbales aliviaban las manos y el corazón de los allí presentes.
De vez en cuando, atravesaba el cielo algún avión que salia del aeroparque de detrás de los jardines del planetario, y el silbido y traqueteo del tren que pasaba también por ahí se unia al son de los tambores.
La luna iba subiendo cada vez más hasta que se situó encima de nuestras cabezas.
Hora de llegada de muchos y de partida de algunos, como yo, que empezaba clases justo el día después. Hasta la próxima luna llena lobos de Buenos Aires.
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domingo, 14 de septiembre de 2008
Recoleta y Gato viejo
Hay un lugar en Buenos Aires que los fines de semana se llena de magia y de contrastes. Más de los que de por sí ya hay en esta ciudad.
La plaza Francia se convierte en un gran mercado cada sábado y cada domingo, donde el arte, la música, las rastas, el mate, la luz de la luna y las empanadas se compran, se venden y se intercambian.
El barrio de Recoleta es históricamente la zona aristocrática de Buenos Aires, pero en esta gran plaza se reunen los bohemios, mercaderes, feriantes, rastafaris, imitadores de Silvio Rodriguez y demás frikis de la ciudad en un ambiente de marihuana, mate y incienso.
Todos estos personajes se mezclan sin ningún pudor con las familias bienestantes que van a la iglesia de la plaza, a recibir su bendición envueltos en sus abrigos de visón y con sus perritos marilyn con collares de Chanel.
En la misma plaza hay un cementerio lleno de gatos merodeando y un centro cultural con muchas exposiciones interesantes. El plan perfecto para una tarde de domingo.
Cerca de la plaza Francia, colado en la gran avenida del Libertador, hay un extraño lugar en el que un artista llamado "gato viejo" construyó un particular zoo de bestias hechas con trastos viejos y piezas de ferrocarril y de avión.
Junto con estos animalitos metálicos viven también un par de ponys, que pastan tranquilamente alrededor de una cabaña de madera rodeada por multitud de policías. Todo en el centro de una de las calles más grandes de la ciudad, conviviendo con los rascacielos, los paneles publicitarios y los bureaus de negocios. Fascinante, no?
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