El calendario lunar marcaba luna llena para el 15 de septiembre. Llegaron a mis oidos rumores de un "ritual" para celebrar la plenitud de la luna cerca del planetario de Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, y no estaba dispuesta a perdérmelo, aunque fuera solo para recordar las hermosas y mágicas noches de verano bajo la luna de Tarragona.
Un teleobjetivo de 200 mm y una exposición múltiple me permitió esta imagen de la de cara brillante.
La fiesta de la luna llena se celebraba detrás del planetario, en un bello parque al centro de la ciudad. El edificio parecía el Ovni de la película ET, aparcado junto a un lago artificial, y reflejándose en sus aguas para que los patos y cisnes pudiesen seguir su contorno y el de las luces de la ciudad.
Un grupo de rastas y demás fauna de la ciudad se reunieron alrededor de una hoguera con unos timbales y empezó una batucada a la que se fueron uniendo más y más instrumentos, a cual más extraño y único.
Las calles a esa hora, y aun estando en el centro, estaban desiertas y la noche era fría, pero el calor del fuego y de los timbales aliviaban las manos y el corazón de los allí presentes.
De vez en cuando, atravesaba el cielo algún avión que salia del aeroparque de detrás de los jardines del planetario, y el silbido y traqueteo del tren que pasaba también por ahí se unia al son de los tambores.
La luna iba subiendo cada vez más hasta que se situó encima de nuestras cabezas.
Hora de llegada de muchos y de partida de algunos, como yo, que empezaba clases justo el día después. Hasta la próxima luna llena lobos de Buenos Aires.
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