Ya recuperé mi balija y pude sobrevivir al frío comprándome un solo sweter, más el que me dejó prestado Luciana. Iba acumulando capas de ropa sobre mi misma hasta parecer una cebolla, o hasta dejar de sentir frío.
La ciudad me parece a veces terrible, como un monstruo de hormigón, no muy acogedor, ruidoso, estresante, caótico.
Pero este monstruo también acoge multitud de oportunidades para los pequeños piojos que vivimos en él, o almenos para los más afortunados. Y tiene, como no, sus rinconcitos maravillosos, muchos aún sin descubrir pero algunos donde ya he puesto el ojo y la lente de la cámara.
La riqueza de esta ciudad són sus contrastes.
El centro, aunque sigue estrictamente la parrilla cuadriculada de los mapas, es desordenado y anárquico. Soy incapaz de entender el enmarañado entramado de las más de 700 líneas de autobús que recorren la ciudad en ambos sentidos. El subte parece la opción más fácil.
Los peatones no tienen ninguna prioridad, y las aceras son estrechas y ocupadas por miles de puestos de venta de diarios, kioskos y vendedores ambulantes de las cosas más inverosímiles.
Pero las avenidas locamente transitadas, como Santa Fe o el Libertador, te sorprenden a veces con pequeños oasis de tranquilidad, plazas abiertas, luz filtrándose entre gigantes. Éste es el caso de la pequeña calle donde está mi futuro apartamento. Un refugio del mundanal ruido entre la horrible avenida Rivadavia y la calle del general Carabobo (quisiera ver la cara de este general, no se porqué).
Los barrios ricos y tradicionalmente aristócratas se rodean de villas donde los cartoneros y la otra gente que la sociedad rechazó hacen su vida como pueden. Los niños de las villas suben al tren y al subte y reparten besos, apretones de manos y algun papelito con una frase cariñosa a cambio de alguna moneda o de una sonrisa que les dé calor, al menos.
La ciudad hierve de actividad. Conciertos alternativos y clandestinos, arte en las paredes, pintadas revolucionarias.
Me atrapó la Avenida Corrientes, en el corazón de la Buenos Aires de los grandes edificios. La calle de los mil teatros, que no duerme nunca y que finaliza con el Obelisco insignia de la ciudad. Me sedujo también la magia de Recoleta, que más adelante describiré con toda suerte de detalles, porque realmente vale la pena.
De momento os dejo con estas Impresiones en forma de fotografia. Que las disfrutéis.
1 comentario:
M'estic tornant addicta als les teves històries, m'encanta el que expliques i sembla com si fóssim allí amb tu en el moment que ho expliques.
Li passaré l'adreça del blog al iaio per tal que et segueixi des de la biblioteca val?
Es veritat que hi ha molts contrasts.
Ens ensenyaràs el teu nou barri i apartament?
Bona nit i fins demà
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